En 1981, Lester Bangs escribió en un
artículo titulado “Better Than The Beatles (and DNA too!)”*, para The Village Voice, una belleza de
profecía, en el cual argumenta sobre el estado tan deteriorado del rock, cuya
única esperanza para su resurgimiento, sería cuando las mujeres se posicionaran
como líderes del movimiento. De acuerdo, me permití enormes libertades al
parafrasear, mejor leerlo del propio Bangs; aquí el extracto de dicho
texto: “…the only hope for rock’n’roll, aside from everybody playing nothing
but shrieking atonal noise through arbitor distorters is women. Balls are what
ruined both rock and politics in the first place, and I demand the world be
turned over to the female sex immediately […] The absolute best rock’n’roll
anywhere today is being played by women.” Patti Smith, Joan Jett, The
Raincoats, Lydia Lunch, entre otras, son nombradas como ejemplo y sostén de
dicha teoría. Estoy segura que de vivir en nuestros días, Lester añadiría y
pondría a la cabeza de la lista a Annie Clark, a.k.a. St. Vincent.
Annie
lleva siendo parte de mi vida desde que debutó con Marry Me en el 2007 y momentos como aquellos en los cuales yo
circulaba por las calles de mi ciudad, respirando el aire tostado con el
cabello flotando fuera de las ventanas al son de “Paris Is Burning” o “Your
Lips Are Red” quedarán por siempre injertadas, no sólo en mi memoria, sino en la
eternidad de mi espíritu. Realmente no me importa rayar en lo ridículo. La amo,
la adoro y no quiero decir más allá de eso, pues entonces esto pierde
objetividad. Aunque criticas, reseñas y opiniones aparte, en un blog personal cualquier
dejo de objetividad se manda al carajo, dicho lo cual, continuaré. En febrero
de este año 2014, la señorita Clark presentó nuevo material discográfico, titulado
St. Vincent. ¿Cómo describir la
realidad que generan 11 piezas de un disco? No se requieren más de 5 segundos
de “Rattlesnake”, canción que abre la obra, para saber el tono y la temática
que desarrollará a lo largo de cuarenta minutos de belleza inorgánica. Es
decir, este cuarto álbum explora las aguas profundas de la música electrónica,
de los sonidos digitales, más allá de lo que en discos anteriores había
intentado lograr. Sin embargo, sería ridículo comenzar a hablar sobre los
desarrollos de la música digital, cuestiones técnicas y eso, porque entonces
sonaría a uno de esos megalómanos críticos que escriben para Pitchfork.
Sí,
hay una paradoja en las propuestas saint-vincentianas, entre la lírica y los
sonidos. Las canciones exploran temáticas esencialmente humanas, naturales,
orgánicas que terminan siendo maculadas por sintes, algoritmos y lenguaje
binario traducidos a sonidos electrónicos. La música inorgánica. Pero hay una
belleza hacia este tipo de creación musical, muy distante de aquello que
groseramente titulan “música electrónica”: el tipo que explotan en bocinas de
quinceñeras, raves, la ocasional boda y los carros deportivos de juniors que
corren por las calles de fraccionamientos llenos de niños. Mientras que eso
ocurre en el mundo, yo defino la música electrónica a través de lo que artistas
y verdaderos genios como Björk, Brian Eno, David Byrne, Stockhausen, Ligeti, entre
otros, me han enseñado. Hasta la misma Joni Mitchel con su “Jungle Line” (The Hissing of Summer Lawns), muy
adelantado a su época, si me lo preguntan. Annie Clark juega en esta realidad,
algo así como la ciencia ficción en la literatura, que termina por explicar y
comprender más el comportamiento humano y su destino que cualquier otro tipo de
lectura romántica, realista… en fin. Y así como la exploración de la psiqué a
través de robots y extraterrestres, futuros utópicos y post-apocalípticos es un
never-a-dull-moment, la música de
esta mujer se define justamente igual. Digo, “Birth In Reverse” expone el día
común entre burlas como algo verdaderamente ridículo e inútil, infructífero y
así sucesivamente: “Oh what an ordinary
day / Take out the garbage mastúrbate / I’m still holding for the laugh […] This tune will
haunt me through the war / Laugh all you want but I want more / Cause what I’m
swearing I’ve never sworn before.” No es que haya
encontrado el sentido de la vida, ni nada por el estilo; tampoco que haya
expuesto secretos sobre locuras y psicosis de una manera totalmente nueva, sin
embargo, es divertido cuando se mezclan todos estos elementos en ella y los
filtra para nosotros, más aún cuando tiene un poder interpretativo y de
expresión como muchos ya quisiéramos tener. Sin duda, yo muchas veces me duermo
ante la fantasía de poder tocar musicalizar todo aquello que me mantiene volcándome
sobre mí misma en la cama, al punto de sudar frío. “Entombed
in the shrine of zeros and ones, you know / with fatherless features, you
motherless creatures, you know / In perpetual night, oh, it’s terribly
frightening, you know / You got the pop and the hiss in the city of misfits,
you know / Safe, safe and safest, faith for the faithless / Dim, dim and
dimmer, sucker for sinners”, termina por arrullar cual canción de cuna con
sus discretas construcciones a base de teremín y delicados tonos en el teclado,
sumándole a esa voz tan suave y vulnerable; todo va bien, hasta que se vuelve
loca, explotando en un fuzz de guitarra, acompañado con una combinación de
cólera e ironía que emerge de esa voz que previamente nos la-la-leaba hacia los sueños.
Lo mejor de todo
es que en cuanto termina “Huey Newton”, la pieza que describía previamente,
“Digital Witness” le sigue el juego a toda esa extrañeza del dot.com. En esta hay una síntesis de lo
que significa para nosotros el internet, más específicamente el facebook, twitter,
instagram y todo aquello que parece ser un gran, enorme y eterno etcétera. No
hay persona en el mundo, creo yo, que no aparezca de un modo u otro en las
redes sociales. Básicamente no existes si no estás en ellas. Puedo escribir
párrafos y párrafos y párrafos sobre el tema –proyectándome, obviamente-, pero
mejor se lo dejo a una mujer que lo definió perfectamente en una canción. ¡Vaya,
qué melodía tan seductora! Sí, igualito que
en las redes sociales: “People turn the
TV on, it looks just like a window, yeah. Digital witnesses, what’s the point
of even sleeping? If I can’t show
it, you can’t see me”.
Es una idea tan fascinante como lo es terrible, pero aquí estamos, viviéndolo y
haciéndolo realidad. Cuando no podemos platicar cara a cara y decirnos todas
nuestras verdades, sí podemos confesarlo por facebook y esperar a que nos
lluevan los ‘likes’. Nos definimos
como personas a partir del alter ego
que hemos creado para nosotros mismos en una realidad virtual. Pero, recalco,
eso ya lo sabíamos, no necesitábamos que alguien viniera y nos lo cantara. “This is no time for confessing.” Aunque
se escucha mucho mejor en una canción. La vida es mejor en una canción.
Discretamente
la conclusión del álbum, entre “Every Tear Disappears” y “Severed Crossed
Fingers”, hay estas discretas referencias hacia los melódicos inicios de Clark,
especialmente Marry Me, con estos coros de grandes ecos y delays, aunque más
recargado en los sintético. Ambas cierran, entre un contexto medio oscuro, con
notas de esperanza y optimismo, muy sui
generis, por supuesto. “Severed Crossed Fingers”, especialmente, la cual me
parece que en esa canción, la señorita Annie le hace una reverencia al “Heroes”
de David Bowie, funcionando como un espejo al después que le siguió a la
canción de David. Como si Romeo y Julieta no se hubieran suicidado, hubieran
vivido su amor y tras unos años hubieran terminado odiándose. No, no creo sea
una interpretación tan descabellada. Ella ha declarado que una de sus más
grandes influencias ha sido el camaleónico Bowie y la razón por la cual ella se
cruzó hacia el lado güero del camino, fue en celebración al último lanzamiento
discográfico de Bowie, The Next Day. Vaya
a saberlo ella; posiblemente deforme el significado sólo por el bien de
deformar. A final de cuentas, estas canciones ahora me pertenecen, son parte de
mí y de todos nosotros, por lo que no hay mejor celebración hacia la obra de un
artista, que hacer de ese mundo el propio.
Finalizo
mi verborrea con el álbum entero que algún buen samaritano subió a youtube,
para goce y placer de sus sentidos y fantasías, y de las mías.
St. Vincent, St. Vincent (2014)
*El artículo de Bangs: Better Than the Beatles (and DNA too!)
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