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lunes, 29 de junio de 2015

El devenir cósmico inspirado por Dave Van Ronk

Nombrar algo como una coincidencia atenta contra toda noción de que el universo está vivo y juega cartas a nuestro favor: es decir, en el gran y vasto cosmos dentro del cual ejercemos nuestra  vida, a veces encontramos atisbos de interconectividad entre nosotros y el tejido inacabable del todo. En resumen, no creo en las coincidencias. Supongo que es de románticos creer lo opuesto, que todo tiene una razón de ser; que las cosas se nos presentan en su momento y que todo está unido, todo tiene que ver. No es necesariamente el destino, pero sí algo que sólo está destinado para nosotros. Sé que parece lo mismo, pero no lo es.
            Hace poco más de un año no tenía idea de quién Dave Van Ronk era, ni que hubiese existido alguien bajo ese nombre, hasta que vi Inside Llewyn Davis(2013), la última película de Ethan y Joel Coen (terriblemente titulada en México como Balada de un hombre común). Un musical de los Coen era ya música suficiente para mis oídos. Entonces iniciaron las melodías, canciones reinterpretadas bajo las voces de Oscar Isaac, Justin Timberlake y Marcus Mumford, entre otros. Una tras otra como granadas que explotan en el corazón, sin caer en cursilerías. Si yo antes amaba el folk, ese fue el mazazo que terminó por hundirme de espíritu en él, considerando que el género para mí era la división cronológica entre Joni Mitchell, Bob Dylan, Cat Stevens o Simon & Garfunkel y Joanna Newsom, Damien Rice, Tallest Mano n Earth, Bon Iver y Fleet Foxes.
            Pero entonces Dave entró al juego y cambió todo. No es que me guste o que lo ame, es que lo necesito. A partir de ese momento todo se convirtió en folk, porque el género más que encerrarse en una categoría, es una narrativa vasta e inacabable (como el universo), en donde se define el significado de la vida… o por lo menos de la mía. Entonces dejaron de ser sólo Joni, Bob y Damien para convertirse en Dave, Woodie, Peter, Paul & Mary, Joan y la realidad de aquello en que yo sólo sé que no sé nada.  Lo que sí sé es que no es el tipo de música que más allá de Dylan, atraiga a las masas. Mucha gente lo estima como aburrido, lento, vacío, incluso irrelevante…
            Después de semanas de espera, por fin obtuve el libro de memorias de Van Ronk, The Mayor of MacDougal Street; y mientras hojeaba como niña emocionada las páginas que me esperan para ser leídas con profundo análisis, este párrafo me saltó a la vista:

"Pop lyrics have tended to be of the most vague and general nature [...] Generally it's pretty mindless, and mindlessness has a certain eternal quality. But the songwriting in the sixties was often very specific, whether it was about politics or about what people were going through in their personal lives. Of course, a lot of that material suffered from its specificity -if you weren't the person who had written it, you couldn't get next to it.”

            En esa especificidad, observada por Dave y tomando al folk como parte de esa música de los sesentas, se sostiene mi argumento de que dicho género contiene el sentido de la vida (por lo pronto, la mía). No es que pretenda hacer un estudio de todo ello, al menos no ahorita en que se entremezcla el insomnio con las alucinaciones que me bailan frente a los ojos; sino que esta confluencia de elementos que se desencadenó hace poco más de un año con la película, va tomando forma y enlazándose con otros traumas que me cuelgan desde hace mucho tiempo. Entre más escucho, más me convenzo. Así que empiezo a saltar entre Dave y Dylan o Dave y Joni Mitchell o Dave y Seeger hasta perder el hilo que lo mantenía todo en su lugar, porque todo se vuelve la cosa en sí y entonces abarcarlo todo es imposible. Por eso digo que no creo en las coincidencias y a estas alturas, ya no puedo identificarlas.  
Así que, regresando a la especificidad con Dave, ya para cerrar. El tema que me atraviesa de oído a oído es “Hang Me, Oh Hang Me”. Este es el tema con el que Llewyn abre la película de los Coen durante una presentación, declarando que si jamás fue nuevo, pero jamás envejece, entonces es una canción folk. También es el quinto track en Dave Van Ronk, Folksinger (1963). Posiblemente haya mejor manera de ejemplificar lo que con muchas palabras y rodeos he escrito hasta este punto, sin embargo, esto es lo que suena justo ahorita. Expone de manera sencilla las decisiones que nos llevan al punto de la justificación, aquella donde el hambre termina por conducirnos hacia la horca: Got so goddamn hungry I could hide behind a Straw […] A rifle on my shoulder and a dagger in my hand […] The last words I heard’em say: Won’t be long now’fore you die / Poor boy, I’ve been all around this world / Hang me, oh, hang me, I’ll be dead and gone / I wouldn’t mind the hanging, but the laying in the grave so long. El hambre como el factor que se toma o no de manera literal. El hambre de no tener el estómago lleno; el hambre de amor; el hambre de la lujuria; el hambre de la ambición, etc.
Concluyendo el discurso verborréico inducido por beber café pasadas las diez de la noche, afirmo que el universo está vivo y sabe quién soy, por ello se mueve de manera que yo me acepte en mi pequeñez para que sea la música la que me engrandezca, siendo el folk, el género por excelencia, del cual aún no sé nada.




"Hang Me, Oh, Hang Me" (Inside Llewyn Davis OST, 2013)

Oscar Isaac