Nombrar
algo como una coincidencia atenta contra toda noción de que el universo está
vivo y juega cartas a nuestro favor: es decir, en el gran y vasto cosmos dentro
del cual ejercemos nuestra vida, a veces
encontramos atisbos de interconectividad entre nosotros y el tejido inacabable
del todo. En resumen, no creo en las coincidencias. Supongo que es de
románticos creer lo opuesto, que todo tiene una razón de ser; que las cosas se
nos presentan en su momento y que todo está unido, todo tiene que ver. No es
necesariamente el destino, pero sí algo que sólo está destinado para nosotros. Sé
que parece lo mismo, pero no lo es.
Hace poco más de un año no tenía
idea de quién Dave Van Ronk era, ni que hubiese existido alguien bajo ese
nombre, hasta que vi Inside Llewyn Davis(2013),
la última película de Ethan y Joel Coen (terriblemente titulada en México como
Balada de un hombre común). Un musical de los Coen era ya música suficiente
para mis oídos. Entonces iniciaron las melodías, canciones reinterpretadas bajo
las voces de Oscar Isaac, Justin Timberlake y Marcus Mumford, entre otros. Una
tras otra como granadas que explotan en el corazón, sin caer en cursilerías. Si
yo antes amaba el folk, ese fue el mazazo que terminó por hundirme de espíritu
en él, considerando que el género para mí era la división cronológica entre Joni
Mitchell, Bob Dylan, Cat Stevens o Simon & Garfunkel y Joanna Newsom, Damien
Rice, Tallest Mano n Earth, Bon Iver y Fleet Foxes.
Pero entonces Dave entró al juego y
cambió todo. No es que me guste o que lo ame, es que lo necesito. A partir de
ese momento todo se convirtió en folk, porque el género más que encerrarse en
una categoría, es una narrativa vasta e inacabable (como el universo), en donde
se define el significado de la vida… o por lo menos de la mía. Entonces dejaron
de ser sólo Joni, Bob y Damien para convertirse en Dave, Woodie, Peter, Paul
& Mary, Joan y la realidad de aquello en que yo sólo sé que no sé nada. Lo que sí sé es que no es el tipo de música
que más allá de Dylan, atraiga a las masas. Mucha gente lo estima como
aburrido, lento, vacío, incluso irrelevante…
Después de semanas de espera, por
fin obtuve el libro de memorias de Van Ronk, The Mayor of MacDougal Street; y mientras hojeaba como niña
emocionada las páginas que me esperan para ser leídas con profundo análisis,
este párrafo me saltó a la vista:
"Pop lyrics have tended to be of the most vague and general nature [...] Generally it's pretty mindless, and mindlessness has a certain eternal quality. But the songwriting in the sixties was often very specific, whether it was about politics or about what people were going through in their personal lives. Of course, a lot of that material suffered from its specificity -if you weren't the person who had written it, you couldn't get next to it.”
En
esa especificidad, observada por Dave y tomando al folk como parte de esa música
de los sesentas, se sostiene mi argumento de que dicho género contiene el
sentido de la vida (por lo pronto, la mía). No es que pretenda hacer un estudio
de todo ello, al menos no ahorita en que se entremezcla el insomnio con las
alucinaciones que me bailan frente a los ojos; sino que esta confluencia de
elementos que se desencadenó hace poco más de un año con la película, va
tomando forma y enlazándose con otros traumas que me cuelgan desde hace mucho
tiempo. Entre más escucho, más me convenzo. Así que empiezo a saltar entre Dave
y Dylan o Dave y Joni Mitchell o Dave y Seeger hasta perder el hilo que lo
mantenía todo en su lugar, porque todo se vuelve la cosa en sí y entonces abarcarlo
todo es imposible. Por eso digo que no creo en las coincidencias y a estas alturas,
ya no puedo identificarlas.
Así
que, regresando a la especificidad con Dave, ya para cerrar. El tema que me atraviesa
de oído a oído es “Hang Me, Oh Hang Me”. Este es el tema con el que Llewyn abre
la película de los Coen durante una presentación, declarando que si jamás fue
nuevo, pero jamás envejece, entonces es una canción folk. También es el quinto
track en Dave Van Ronk, Folksinger
(1963). Posiblemente haya mejor manera de ejemplificar lo que con muchas
palabras y rodeos he escrito hasta este punto, sin embargo, esto es lo que
suena justo ahorita. Expone de manera sencilla las decisiones que nos llevan al
punto de la justificación, aquella donde el hambre termina por conducirnos hacia
la horca: Got so goddamn hungry I could
hide behind a Straw […] A rifle on my shoulder and a dagger in my hand […] The
last words I heard’em say: Won’t be long now’fore you die / Poor boy, I’ve been
all around this world / Hang me, oh, hang me, I’ll be dead and gone / I wouldn’t
mind the hanging, but the laying in the grave so long. El hambre como el factor que se
toma o no de manera literal. El hambre de no tener el estómago lleno; el hambre
de amor; el hambre de la lujuria; el hambre de la ambición, etc.
Concluyendo
el discurso verborréico inducido por beber café pasadas las diez de la noche,
afirmo que el universo está vivo y sabe quién soy, por ello se mueve de manera
que yo me acepte en mi pequeñez para que sea la música la que me engrandezca,
siendo el folk, el género por excelencia, del cual aún no sé nada.
"Hang Me, Oh, Hang Me" (Inside Llewyn Davis OST, 2013)
Oscar Isaac